Del Tarot cuántico al Tarot terapéutico.
- Mike Aryan
- 1 abr
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 15 abr
Honrando el camino que me trajo hasta aquí, mis años de experiencia, mis procesos formativos, mis maestros y muy en especial, a mis queridos alumnos.

"Todo es señal y enseñanza para el que sea capaz de despertar".
– Jacobo Grinberg
No siempre quise enseñar Tarot.
De hecho, me resistí bastante.
Mi camino con las cartas comenzó alrededor de los 21 o 22 años, partiendo del interés en un mazo de un supuesto "tarot" que le habían regalado a mi mamá. Un oráculo cabalista con los 72 nombres de Dios (¡empezamos fuerte!) acompañado de una mezcla autodidacta de intuición, lecturas, ensayos y errores, investigaciones en WordPress y Blogger... y sobre todo… de muchos silencios.
Nunca recibí una formación formal, y todo lo que aprendía se iba entrelazando dentro de mí de forma orgánica pero caótica. Por eso, cuando aprendí a canalizar con los ángeles y una y otra vez me decían “enseña Tarot”, y mi primera reacción fue la confusión.
¿Cómo iba a enseñar algo que aprendí a mi modo?
Definitivamente no fue inmediato. Pero ellos (los ángeles, el campo, la vida) me fueron guiando muy sutilmente. Y así, un día, sin darme cuenta, en febrero de 2020 estaba pariendo la primera generación de mi Diplomado.
Durante los primeros años, el Diplomado se llamó Tarot Cuántico Profesional. En ese entonces, yo estaba muy involucrado con temas que me abrían nuevas formas de entender el mundo: los ángeles, la lógica global convergente, el desdoblamiento del tiempo, influenciado fuertemente por la obra de Jean Pierre Garnier Malet, Alejandra Casado, Joe Dispenza, Jacobo Grinberg…

Lo cuántico como puente.
Hablar de cuántica me fascinaba porque ofrecía un lenguaje nuevo para explicar lo que el Tarot ya hacía desde siempre: observar la realidad y transformarla a través del símbolo. Y yo me apoyé en ese puente. Enseñé que lo observado modifica la realidad, y que al observar con conciencia una carta, activamos una posibilidad dormida. Para mí, eso era lo cuántico.
Y lo sigue siendo.
Con el tiempo también me di cuenta de que muchas otras terapias alternativas empezaban a usar el término “cuántico”: desde protocolos de psicología cuántica hasta sanaciones cuánticas con ángeles.
Algunas propuestas me resultaron profundamente reveladoras y transformadoras. Otras, me dejaron más dudas que certezas.
Fue así como tomé una de las enseñanzas más importantes de este camino: la necesidad de ser cuidadoso y selectivo al elegir terapias o corrientes que utilizan la palabra "cuántico". Hoy sé que ese término no siempre garantiza profundidad, fundamento ni presencia real. Y que la espiritualidad, cuando se desconecta de la sabiduría y el trabajo terapéutico serio, puede volverse humo disfrazado de luz.

Algo fue cambiando.
A medida que seguía acompañando procesos espirituales, me di cuenta de algo: Lo cuántico no era una técnica. Tampoco era un nuevo enfoque. Era una cualidad inherente al acto de mirar con profundidad.
Y con esa claridad, el Tarot dejó de ser cuántico para volverse terapéutico. No porque ya no fuera cuántico por sí mismo, sino porque entendí que la verdadera transformación ocurre cuando hay conciencia, vínculo, atención plena y respeto al proceso.
Así nació la nueva etapa: a partir de mi 7º grupo, el Diplomado cambió a Tarot Terapéutico Profesional. Un espacio más maduro, más integrador, más fiel al simbolismo y al arquetipo, más enraizado en el cuerpo, el alma y la historia de quien consulta.
Redefinir lo cuántico.
Después de todo este viaje, y luego de pasar por prácticas como la angeloterapia cuántica, la derivación nocturna, conectar con la "eumoción", las canalizaciones angelicales, el Reiki... (sí, todo eso estaba ahí), hoy puedo decir que:
Cuántico no es lo que suena complejo, ni lo que brilla con palabras nuevas.
Cuántico es lo que sucede cuando la conciencia mira, y al mirar, transforma.
Y eso ocurre con una carta de Tarot, con una frase sanadora, con una lágrima sostenida, con una silla vacía, con un duelo comprendido, con un silencio honrado, con un ancestro incluido.
Hoy lo expreso con mucha gratitud: Lo cuántico fue la puerta. Pero el destino era la presencia.

Honrar las raíces.
Escribo esto para honrar a todos mis alumnos, pero en especial a mis primeras 6 generaciones (las cuánticas). Lo escribo también para honrar a quienes aprendieron conmigo cuando yo aún seguía descubriendo cómo enseñar lo que nunca creí que podría enseñar. A quienes se dejaron guiar por mi búsqueda sincera, aunque mi voz aún se estaba formando. A quienes hoy siguen confiando con corazón, respeto y luz y que ya reciben una enseñanza más madura e integral.
Gracias por ser parte del camino.
Gracias por recordarme que el Tarot, más allá del nombre que le pongamos, es siempre un espejo de nuestra conciencia en movimiento.
Y gracias a los ángeles, por aquella insistencia amorosa... porque al final, sí tenían razón.
Sí tenía que enseñar Tarot.
"La verdadera sabiduría reside en reconocer la interconexión de todo ser.
Comprende que en cada uno de nosotros reside el universo entero.”
-Mónica Esgueva
Texto de autoría propia. Todos los derechos reservados ® Mike Aryan
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