Sanar a papá también es cosa de hombres.
- Mike Aryan
- 2 jun
- 5 Min. de lectura
Actualizado: 13 jun
Este texto es para ti.
Para ti que creciste rodeado de gritos, silencios, golpes o ausencias.
Para ti que has querido hacer las cosas diferentes, pero no sabes cómo.
Para ti que sientes que amar no debería doler, pero igual te duele.
Y también para ese niño que aún vive dentro de ti y no entiende por qué papá nunca fue del todo un hogar.

Durante estos años como terapeuta y tarotista, he acompañado a muchos hombres que se han sentido rotos, sin saber por qué. Han llegado con anhelo de respuestas, pero lo que en verdad traían era una herida que no se ve, que se arrastra y que si no se trabaja, se repite.
A veces la llamamos "la herida del padre".
Muchos la reconocemos cuando la sentimos como presión en el pecho al sentirnos insuficientes, al querer compartir y que solo salga miedo, al gritar sin saber qué estamos defendiendo, o al irnos, porque no sabemos cómo quedarnos.
El modelo masculino que dolió
Muchos varones crecimos con modelos de masculinidad basados en la dureza. Se nos enseñó que sentir era peligroso, que el poder se ejercía con control, que el respeto se conseguía a base de gritos o cinturonazos.
Recuerdo a un consultante que me dijo:
“Me fui de casa a los 17 para no parecerme a mi papá.
Y ahora que tengo 45, tengo miedo de estarme convirtiendo en él.”
Eso me atravesó durísimo.
Porque no se trata solo del papá biológico. Se trata de todas las figuras masculinas que nos marcaron: el abuelo que no miraba a los ojos, el tío que decía que los hombres no lloran, el maestro que castigaba por hablar suave, el hermano mayor que apretaba la mandíbula para no quebrarse.
Y aunque esos hombres también estaban heridos, muchos de nosotros crecimos aprendiendo que ser hombre era cargar, callar y aguantar.
Como Carl G. Jung decía:
“La herida que no se transforma, se transmite.”

Hombres que no saben que están rotos
He visto hombres nobles, sensibles, creativos... atrapados en viejas armaduras. Hombres que nunca aprendieron a sostener un "no" sin sentirse fallidos. Hombres que lo dan todo para ser amados, y aun así se sienten solos. Hombres que se convirtieron en salvadores de sus madres y ahora no encuentran lugar en sus relaciones de pareja. Hombres que rechazan al padre con tanto enojo que terminan repitiendo patrones sin darse cuenta.
Y no, no es su culpa. Pero sí es su responsabilidad mirarse, porque lo que no se reconoce, gobierna desde la sombra.
Sanar al padre también es cosa de hombres
Hay una idea que flota mucho en el inconsciente colectivo: que la sanación es cosa de las mujeres y que son ellas las que deben reconciliarse con papá.
Pero no. Sanar el vínculo con papá también es cosa de hombres.
Nosotros podemos y necesitamos mirar atrás y ver al padre que nos tocó... duro, ausente, torpe o incluso violento. Y aunado a eso, hacer un movimiento del alma: reconocerlo como nuestro origen, sin justificarlo, pero tampoco seguir huyendo de su figura.
Eso también es espiritualidad: reconciliar sin idealizar. Aceptación sin resignación. Soltar sin negar la historia. Es hacer las paces para poder vivir desde otro lugar.

Cinco verdades que he aprendido al mirar a papá con otros ojos
No siempre el dolor con papá viene del golpe o del grito. A veces la herida más difícil de nombrar es la ambigüedad: cuando no hubo agresión directa, pero tampoco hubo afirmación. Cuando el vínculo fue funcional, pero no afectivo. Cuando sí estuvo… pero a medias.
En mi propio camino, reconozco haber atravesado procesos profundos que me han confrontado con esta parte de mi historia. Como hombre, como hijo. Puedo decir que aprender a mirar a mi propio padre desde la sombra (sin idealizarlo ni condenarlo) ha sido un parteaguas muy revelador. Te comparto cinco reflexiones que han surgido desde ese lugar:
La función no sustituye el amor. No soy valioso por lo que hago, sino por quien soy.
El silencio también duele. No saber si se es amado o solo necesario, duele muy cabrón.
No todos los padres aman igual a todos sus hijos. Aceptar la historia sin disfrazarla, libera.
Recuperar la autonomía es un acto de dignidad. Decidir hasta dónde seguir disponible, es legítimo.
El dolor no te quita fuerza. Te conecta con tu verdad. Sentir es parte de ser hombre. Y también, de sanar.
Estas comprensiones no cierran el proceso, pero iluminan parte del camino de sanar al masculino herido dentro de nosotros. Y quizás, si estás en una historia parecida, también te sirvan para empezar a nombrar lo tuyo.
La fuerza que llega cuando ocupas tu lugar
Hay algo que ocurre cuando dejamos de pelearnos con la imagen del padre: las cosas se ordenan.
No como milagro, tampoco como promesa de prosperidad instantánea. Pero sí como un movimiento interno que abre paso a tomar con más naturalidad ciertos aspectos de la vida que antes parecían esquivos.
Bert Hellinger (padre de las Constelaciones Familiares) le llamaba: estar bien situado en la esfera del padre. Y estar en esta esfera, sistémicamente facilita el compromiso con el trabajo, la relación con el dinero, la claridad para decidir, el impulso para ir hacia el mundo.
No porque sanar al padre “te desbloquee la abundancia" así como remedio mágico, sino porque cuando lo masculino dentro de ti deja de estar en guerra, tu energía encuentra dirección.
Y desde ahí… lo nuevo se hace posible.
“No se trata de feminizar lo masculino, sino de recordar que la fuerza también puede cuidar y proteger.”

El alma necesita una historia diferente
Si el masculino que heredaste fue de ausencia, de dureza o de miedo… tienes derecho a reconstruir uno que no duela. Volver a casa en uno mismo, sin repetir la guerra.
Ser hombres nuevos sin negar de dónde venimos.
Honrar a papá, sin dejar de elegir nuestro propio camino.
Te sugiero un ejercicio breve: escribe una carta al padre que no tuviste y dile lo que nunca pudiste decir. No hace falta que se la entregues.
La carta es para ti, para el niño que fuiste y para el hombre que quieres ser.
Y si este tema te ha tocado y quieres profundizar, te invito a escuchar este episodio de Café de Conciencia titulado "Sanar las heridas paternas", que grabé en junio de 2020.
¿Qué herida de tu linaje masculino reconoces hoy?
Te leo con el corazón abierto. Comparte este artículo con alguien que lo necesite, y si deseas trabajar tu vínculo con papá, agenda una sesión y lo trabajamos juntos.
Texto de autoría propia. Todos los derechos reservados ® Mike Aryan
Dura reflexion, pero necesaria.