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Retrato de Mike Aryan en un entorno cálido y sereno, símbolo de una espiritualidad ética y humana.

MANIFIESTO ÉTICO

Este manifiesto nace del compromiso de ejercer una espiritualidad con raíces en lo humano y mirada en lo trascendente.


En cada encuentro, me propongo sostener un espacio donde la conciencia, el respeto y la libertad sean el punto de partida, y donde la transformación ocurra sin promesas, sin imposiciones y sin perder el sentido humano.

La espiritualidad ética no busca convencer, sino acompañar; no pretende iluminar, sino recordar la luz que ya habita en cada ser. Este documento resume los principios que guían mi labor en todo proceso de crecimiento, sanación y aprendizaje compartido.

Principios de mi Espiritualidad Ética

 

1. Respeto por la dignidad humana
Cada persona merece ser escuchada sin juicio. La espiritualidad ética reconoce la diversidad de caminos, creencias y tiempos de vida. Ninguna práctica tiene sentido si no honra primero la libertad y la integridad de quien la vive.

2. Confidencialidad y confianza
Lo que se comparte en un espacio de acompañamiento pertenece a ese instante sagrado de encuentro. La palabra del otro se resguarda con cuidado y silencio respetuoso.

3. Responsabilidad y límites claros
Todo acompañamiento espiritual requiere claridad. No prometo soluciones mágicas ni reemplazo ningún tipo de atención médica, psicológica o legal. Acompañar desde la ética es reconocer los propios límites y actuar con honestidad.

4. Transparencia y claridad en el propósito
Cada proceso tiene un sentido que se comunica con sencillez. La espiritualidad ética evita el misterio innecesario, los mensajes crípticos o las jerarquías espirituales. Enseñar o guiar no es ejercer poder, es compartir camino.

5. El valor del sentido
Toda experiencia —física, emocional o espiritual— porta un mensaje que merece ser escuchado, no interpretado como castigo ni corregido como error. El sufrimiento no se elimina: se comprende. Y en esa comprensión, se transforma.

6. Cuidado y equilibrio en los vínculos
Cada encuentro es un intercambio de energía, tiempo y presencia. La reciprocidad y la claridad en los acuerdos sostienen relaciones saludables y honestas, tanto humanas como profesionales.

7. Escucha profunda y acompañamiento compasivo
La tarea de quien acompaña no es corregir, sino sostener. No se empuja al otro hacia la luz; se camina con él en la sombra hasta que encuentre su propio amanecer.

8. Inclusión y no discriminación
La espiritualidad ética no distingue credos, géneros, orientaciones, edades ni condiciones. Todo ser humano tiene derecho a un espacio seguro donde pueda reconocerse y sanar desde su verdad.

9. Libertad interior y discernimiento
Nadie debe depender de una guía o de un maestro para tomar decisiones vitales. Toda práctica que fomente dependencia o culpa se aleja de la ética espiritual. Acompañar es invitar a la autonomía, no reemplazarla.

10. La enseñanza como servicio
Compartir conocimiento implica responsabilidad. La docencia sobre temas espirituales y/o terapéuticos requiere humildad, coherencia y apertura constante al aprendizaje. Enseñar es servir, no demostrar saber.

11. La presencia consciente ante el dolor y el duelo
La pérdida es parte sagrada del vivir. Acompañar el duelo no es acelerar la aceptación ni negar el dolor, sino permitir que el amor se transforme en memoria, en sentido y en gratitud. Toda despedida merece un lugar digno, sin prisa y sin juicio.

12. Coherencia, estudio y evolución continua
La ética espiritual es un camino en revisión constante. Me comprometo a seguir aprendiendo, cuestionando mis certezas y cultivando la coherencia entre lo que enseño, lo que practico y la forma en que vivo.

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