Berrinches emocionales en adultos: heridas que no supieron cómo hablar
- Mike Aryan
- hace 1 día
- 3 Min. de lectura
He hecho berrinches. No con gritos ni pataletas en la mesa, pero sí con silencios hirientes, con juicios internos, con exigencias disfrazadas de razón.
Ciertamente no todos los berrinches hacen escándalo. Algunos se hacen en silencio, en voz baja.
Este artículo no nació para explicar nada. Nació como un acto de honestidad para quienes, como yo, alguna vez se encontraron llorando de rabia, frustrados por algo que en el fondo no era tan grave, pero que encendió una vieja herida emocional. O igual, por todos aquellos que en un intento de resarcir un daño no intencional, nos enfrentamos al berrinche de un contemporáneo.

El berrinche como eco del niño herido
Hay adultos que te bloquean de las redes, que ignoran tu llamada, que castigan con la ley del hielo, que exigen sin explicar. Y eso, aunque duela admitirlo, también es un berrinche.
Pero no una rabieta infantil... es sofisticado, elegante, a veces incluso racionalizado. Pero el origen es el mismo: una parte interna que no sabe cómo gestionar la frustración sin dramatizar o sin replegarse.
En terapia Gestalt –y en otras líneas espirituales– aprendí que detrás de cada explosión, hay una necesidad no reconocida. Dicho románticamente: detrás de cada reclamo, hay un pedido de amor. Y detrás de cada necesidad, hay una emoción legítima que merece ser vista. La frustración, por ejemplo, suele ser la capa superficial de un dolor más profundo: sentirse ignorado, no valorado, desplazado o traicionado.

¿Y si no es rabia lo que me habita?
Muchas veces, cuando nos sentimos desbordados, no es por lo que está pasando fuera, a veces es por la acumulación de lo que no hemos sabido mirar dentro. Y entonces aparece el berrinche: como explosión o como fuga.
El berrinche adulto se hace en la discusión por WhatsApp, en el reclamo disfrazado de ironía, en la necesidad de tener siempre la última palabra, o en el silencio pasivo-agresivo que le niega al otro el derecho a dialogar.

Y si lo reconozco… ¿qué hago?
No hay una fórmula única, pero sí hay caminos que te pueden ayudar. Por ejemplo: caminar, respiraciones conscientes, escribir lo que sientes antes de hablar –sobre todo en conversaciones incómodas–. Reconocer el cuerpo también, ese mensajero que siempre habla antes que la boca. Y sobre todo, hablar desde el yo: “me dolió esto”, “me frustró aquello”, “me sentí invisible”. Los berrinches solo se desarman con verdad, ternura y empatía.
Hoy te comparto esto desde el adulto que ha hecho berrinches y que también ha aprendido a abrazarse cuando no sabe cómo actuar.
Te comparto desde el terapeuta que acompaña procesos donde la rabia no se juzga, sino se escucha y se comprende.
Y te comparto esto desde el ser humano que aprendió que explicar el enojo es un acto de madurez emocional, no de debilidad.
Si este tema te resuena, te invito a mirar mi Café de Conciencia que se transmitió en julio de 2021, donde exploramos en vivo estas emociones con ejemplos y preguntas que quizás también te sirvan. Puedes verlo aquí:
Y si estás en un punto donde te gustaría comprender más sobre tus reacciones, tus emociones o tu forma de vincularte, podemos trabajarlo juntos. Agenda tu sesión aquí A veces, solo necesitamos un espacio seguro donde empezar a nombrar.
Si algo de este texto resonó contigo, me encantaría saberlo. Puedes escribirme para contarme cómo vives tú la emoción del enojo, o qué temas te gustaría que abordemos en futuros blogs.
Este es un espacio para acompañarte sin juicio, con herramientas reales y con mucha humanidad.
Texto de autoría propia. Todos los derechos reservados ® Mike Aryan
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