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“Honrarás a tu madre”: una reseña terapéutica de serie La Mesías

¡Spoiler alert!

Este artículo aborda temas sensibles como trauma familiar, abuso y manipulación emocional. Si estás en un momento vulnerable, tómalo con cuidado o busca acompañamiento terapéutico si lo necesitas.



El fin de semana cercano al Día de las Madres en México, decidí encerrarme voluntariamente a ver una serie que me habían recomendado muchas veces. Llevaba tiempo queriendo sumergirme en La Mesías, el proyecto más reciente de Los Javis, creadores de la serie Veneno, que desde su estreno me dejó marcado por su verdad cruda y su potencia narrativa. No imaginé que esta serie me iba a llevar a lugares tan íntimos, tan familiares (y no precisamente porque se parezca a mi historia personal) sino porque habla del alma de los sistemas familiares.


Quizás fue casualidad. Quizás fue el destino. Pero terminar de ver todos los capítulos en maratón justo cuando todo el país se prepara para festejar a la madre, fue algo más que simbólico. Me sentí llamado no a analizarla como crítico de cine (no lo soy), ni a explicar sus méritos artísticos (¡que son muchos!), sino a abrir una conversación terapéutica, desde la observación, el alma y la conciencia. Porque en esta historia no solo hay trauma, hay ecos que se parecen demasiado a lo que muchos vivimos sin saber cómo nombrarlo.

Cartel oficial de la serie La Mesías con el eslogan 'Honrarás a tu madre', mostrando a los personajes familiares en tres filas, símbolo visual del peso generacional y la estructura del sistema familiar
"Honrarás a tu madre", reza el cartel de la serie. Pero… ¿qué pasa cuando honrar se convierte en rendirse?

Una madre, muchas heridas

La Mesías no trata sobre un grupo musical, ni sobre YouTube, ni sobre una parodia religiosa. Es una serie sobre el vínculo materno, sobre lo que pasa cuando la herida de mamá no sana… y nos arrastra con ella. La historia gira en torno a Enric, Irene, y un grupo de hermanas que conforman "Estela Maris", una agrupación musical de inspiración religiosa cuya estética viral kitsch esconde un sistema familiar devastado y perturbador.


Su madre, Montserrat, es una figura llena de capas. Es carismática, sensible, aspiracional. Pero también es víctima de su historia y victimaria en la vida de sus hijos. Quiere ser poeta, actriz, santa. Pero lo que termina construyendo es un culto doméstico donde la voz de Dios es la única que vale. Los hijos deben obedecer. Las hijas deben brillar. El amor se da, pero con culpa. Y la fe se convierte en una trinchera contra el abandono, el hambre y el vacío.



Arquetipos del Tarot en La Mesías

Desde mi mirada simbólica, encontré en Montserrat varios rostros del Tarot en su polaridad de sombra. Como La Emperatriz, absorbe y devora a sus hijos en nombre del cuidado. Como Suma Sacerdotisa, manipula el misterio para construir una verdad única. Como La Justicia, impone leyes divinas para excluir a quienes disienten. Y en su peor expresión, se convierte en La Fuerza que ya no guía, sino que domina y castra.


Enric, nuestro protagonista, queda atrapado en el arquetipo del El Colgado, suspendido en el dolor, inmóvil frente al amor que desea pero que siempre lo hiere. Solo puede empezar a liberarse cuando atraviesa un proceso simbólico (y literal) de purga, en una ceremonia de ayahuasca, donde el cuerpo vomita el trauma y la mente alucina el rostro de su madre en tres etapas: joven, enferma, y finalmente santa, ascendida al Cielo. Como si solo en la visión psicodélica pudiera darle una despedida que en la vida real nunca pudo dar.


Mano sosteniendo cuatro cartas del Tarot en posición invertida (La Emperatriz, La Sacerdotisa, La Justicia y La Fuerza) frente a la pantalla que muestra La Mesías, en una lectura simbólica del trauma materno
Una lectura de Tarot frente a la pantalla revela más que entretenimiento: es un espejo de arquetipos en sombra.

El sistema familiar como prisión... y como intento de salvación

Lo que La Mesías retrata con claridad demoledora es cómo opera un sistema familiar atrapado en su propio infierno. Cada hijo ocupa un rol: cuidador, traidor, mártir, elegida. Cada hija lleva encima un mandato no dicho. Y Montserrat los mantiene alineados no solo con castigos o amenazas, sino con algo mucho más difícil de romper: el amor.


Sistémicamente, observé tres dinámicas principales:

  • Repetición, como en Salvador, el padre pasivo que repite el rol del abuelo ausente.

  • Reparación, como en Irene, que intenta tomar el lugar de madre, organizando, salvando, ordenando todo para que nada duela.

  • Sublimación, como en Cecilia, quien logra conservar la música y su fe, pero fuera del encierro, fuera del delirio, creando algo nuevo sin negar de dónde viene.


El árbol genealógico de esta familia está nutrido de necesidad de redención. Cada hijo parece haber sido concebido como una misión, no como una elección. Las hijas del grupo Estela Maris no cantan por gusto: cantan para salvar el mundo. Pero esa salvación es una carga disfrazada de virtud.



Ilustración de árbol genealógico con figuras humanas marcadas por grietas y curitas, representación visual del trauma, la reparación y la herida heredada en las familias
El árbol familiar también sangra, pero a veces lo hace en silencio.

Lo que no se nombra, nos devora

La serie hace evidente lo que muchos ya intuimos desde la práctica terapéutica: lo que no se dice, se actúa. Lo que no se elabora, se hereda. Y lo que no se nombra, se manifiesta en el cuerpo, en las relaciones, en el alma.


Pero también muestra que no basta con ir a misa, ni con hacer ayuno, ni con buscar gurús espirituales si no has hecho el duelo que te corresponde. Puedes tener una espiritualidad fértil y hermosa, siempre y cuando no sea una máscara para evitar el trabajo interno. Como en los aviones: primero te pones tú la mascarilla de oxígeno, luego ayudas a poner a la de tu compañero de a lado. No puedes salvar al mundo si no te has permitido ayudarte primero tú.


La espiritualidad puede sanar, claro que sí. Pero necesita estar sostenida por consciencia, no por delirio. Por discernimiento, no por ceguera. Por integración, no por negación.

A veces, honrar a la madre significa dejar de repetir su historia.



Epílogo: la madre que se eleva, el hijo que se libera

Hay una ceremonia de ayahuasca a la que asiste Enric, en el último capítulo. En ella, se le permite "despedirse" de su madre, pero también resignificar su historia. La madre es elevada por un ovni —una imagen que parodia la Asunción de la Virgen María— como si al fin pudiera subir al cielo de su propio mito.


Pero Enric no se eleva con ella. Él se queda en la tierra. Vomita. Llora. Se arrodilla. Y sigue su camino. No se convierte en líder, ni en mártir, ni en artista. Se convierte en un hombre que sobrevive.


Irene, por su parte, representa a quien logra salir adelante sin olvidar. La vemos criar a su hermana Cecilia, renunciar a la rigidez, buscar ayuda. No está del todo bien, pero está en camino.


Y Cecilia, la hermana emancipada que logra su propia liberación, canta en la iglesia. Ya fuera del culto, nos recuerda que la fe también puede ser libre. Una canción no tiene por qué ser una penitencia.



Primer plano de Montserrat en La Mesías canalizando con un gesto místico de la mano, representando la figura de la madre narcisista que toma el lugar de lo sagrado en la familia
El gesto de Montserrat no es solo canalización: es símbolo del poder que asfixia cuando no se cuestiona.

¿Ficción o realidad?

Después de ver la serie, me sumergí en reportajes, documentales, entrevistas. O sea, estuve intenso. Recordé la historia de Flos Mariae, que es el grupo real que supuestamente inspiró algunos elementos de esta ficción: una madre que decía recibir mensajes de Dios, siete hijas que cantaban en su nombre, hermanos que denunciaron abuso y encierro. Los Javis lo niegan como inspiración directa, pero la resonancia es inevitable.


Lo que ellos han creado es más grande que un retrato biográfico. Es un mapa emocional de cientos de familias silenciadas por el deber de “honrar” a la madre, incluso cuando esa madre ya no es vida, sino mandato. La Mesías es un espejo, un viaje, una herida abierta que se transforma en arte. Y una invitación a cuestionar lo sagrado cuando se convierte en cárcel.


¿La recomiendo? Totalmente.
Pero no esperes entretenimiento: espera revelación.


¿Te conmovió esta historia tanto como a mí?

A veces no basta con identificar nuestras heridas: necesitamos espacios donde podamos sentirnos seguros para narrarlas, reescribirlas y soltarlas. Si ya viste la serie y sentiste que La Mesías tocó algo profundo en ti, quizás sea el momento de iniciar tu propio camino de sanación. Estoy aquí si necesitas acompañamiento. Agenda tu sesión aquí.


Texto de autoría propia. Todos los derechos reservados ® Mike Aryan


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