La tiranía de los “deberías”.
- Mike Aryan
- 11 may
- 5 Min. de lectura
Cuando el control no se ve, pero se siente: Los 'deberías' que nos gobiernan.
Últimamente, muchas sesiones traen el mismo tema: el control. No hablo de ese control evidente, el que impone o manda. Hablo de otro, más sutil.
El control que aprieta los hombros de quien nunca se permite caer. El control que habita en la tímida sonrisa de quien no sabe cómo pedir ayuda. El control que convierte la espiritualidad en exigencia.
Lo he visto en muchas historias y muy distintas entre ellas. Personas que sienten que ya cumplieron con todo y aun así no duermen bien, consultantes que intentan poner en orden su árbol familiar como si fuera un archivo extraviado. Algunas que quieren controlar su llanto, otras que necesitan entender en la mente antes de sentir en el corazón.
Es curioso, todos se describen como “controladores”. Pero casi todos —en algún rincón de su historia personal— están tratando de sostener lo insostenible.

Las máscaras del control
Hay quien controla desde la mente: anticipando, sobreanalizando, explicando todo.
Hay quien controla desde el cuerpo: apretando la mandíbula, cerrando el pecho, evitando llorar.
Hay quien lo hace desde la emoción: fingiendo paz, reprimiendo rabia, negando el miedo existente.
Y hay quien lo hace desde el deber: “yo no me puedo caer”, “yo tengo que estar bien”.
Pero detrás de todos esos mecanismos, casi siempre hay lo mismo: miedo a lo que podría pasar si dejo de sostener.

La infancia vigilante: "si yo no cuido, todo se desmorona."
Algunas personas aprendieron desde muy pequeñas que el mundo era frágil, que había que estar atentos, ser buenos niños, aprendieron a no molestar. Si uno se portaba bien, quizás los demás estarían menos tristes, menos enojados, menos rotos.
Así nace un control silencioso: el del hijo que se vuelve adulto antes de tiempo. Es una forma de amor invertido: contener a los otros para que el mundo alrededor no se derrumbe.
Los mandatos de obediencia: cuando ser bueno significa reprimirnos
Otras veces, el control se disfraza de virtud. Personas que dicen:“Confío en Dios”, mientras sus cuerpos tiemblan en silencio. Han aprendido que la tristeza es mala, que la rabia es ego, que el miedo es lo opuesto al amor.
Pero lo que se reprime no se sana. Lo que no se nombra, no se libera. La obediencia que niega la naturaleza de la emoción… es otra forma de control.

La fe que se exige control
Hay un tipo de control que no parece control, porque se disfraza de conexión espiritual. Querer vibrar alto y bonito... hasta que se vuelve una cárcel.
A veces, detrás de ese aparente fluir, hay un alma que no puede confiar, que cree que si no dice las palabras correctas, si no siente lo correcto, si no vibra perfecto… algo malo puede pasar.
"¡Cancelado, cancelado, cancelado!"
Y ahí entendemos que el exceso de control también puede ser falta de fe.
No importa si crees en Dios, en el universo, en la energía, en el campo cuántico o en el amor: cuando necesitas tenerlo todo bajo control para estar en paz, es posible que lo que esté fallando no sea tu técnica… sino tu confianza en lo que no puedes ver ni dirigir.
La fe empieza donde termina el control.

El guerrero que no baja la guardia
Hay quienes se identifican con la fuerza: líderes, terapeutas, madres, cuidadores, jefes, emprendedores.
Personas que sostienen el mundo para otros. Y por supuesto que lo hacen con amor. Pero también con agotamiento.
El control aquí no se ve como problema, sino como identidad. Incluso el Carro del Tarot necesita detenerse en algún momento... ¿qué quiero decir con esto? Que aún el más guerrero merece y necesita descansar, o quizás llorar en el regazo de alguien más.
Mente hiperactiva, alma extenuada
A veces el control no grita. Pregunta. Busca, sobreanaliza. Quiere entenderlo todo antes de moverse. Personas que actúan a través de la mente, pues si no comprenden perfectamente, no pueden confiar.
El alma no necesita fórmulas, necesita presencia. Y a veces, simplemente necesita silencio.
Herencias transgeneracionales: si me relajo ¡algo malo va a pasar!
Algunos no controlan por carácter, sino por historia familiar. Contextos donde relajarse era peligroso, donde el descanso se le daba solo al que ya había perdido. Mandatos familiares de estar siempre alerta, como si soltar fuera sinónimo de derrota.
Y aunque el presente sea otro, el cuerpo no siempre se entera.

En los vínculos afectivos: controlar para no perder al otro
A veces el control se viste de cuidado. “Yo te ayudo”, “A ver, deja te organizo”, “Déjame hacerlo por ti”... Cuando ese cuidado no permite al otro moverse, sentir, equivocarse… se vuelve una forma de vigilancia.
El miedo a que el otro se vaya nos lleva a querer retenerlo con nuestras certezas, una clara huella de abandono. Nadie se queda porque lo aprieten. Los vínculos genuinos se quedan porque pueden respirar.
Soltar es perder también una parte de mí
El control emocional en el duelo puede verse como contener el llanto, negar la nostalgia, evadir la caída.
Pero hay algo más oculto. En las complejas dinámicas del duelo, suelen activarse pérdidas secundarias: duele también la versión de mí que existía cuando esa persona estaba viva. Duele perder el rol que habitábamos.
Y ese duelo secundario también se vive bajo esa máscara del control: “No puedo soltar, porque si suelto, ya no sé quién soy.”
Soltar no es fracasar. Es confiar, aunque de momento no lo entiendas.
No se trata de eliminar el control. Se trata de entender por qué está ahí. Qué parte de ti lo generó, qué quiso proteger, qué te ayudó a sobrevivir.
Y luego, poco a poco, con ayuda, con terapia, con introspección sincera... agradecerle y soltarlo.
No con fuerza. Con ternura, con la puerta abierta.
¿Qué 'debería' estás list@ para dejar ir hoy?

¿Y si te das la oportunidad? Solo un poquito…
No tienes que dejarlo todo hoy. Solo respirar más hondo, mirarte con menos exigencia. Comprender que a veces no es necesario un mapa.
Quizás el control ya cumplió su misión de mostrarte algo.
Si algo de esto te resonó, puedes compartirlo con quien lo necesite. Tal vez ese gesto ya sea un pequeño acto de confianza.
Y si quieres sugerir otros temas que quieras que desarrolle —de forma horizontal y humana, entre buscadores— puedes escribirme por WhatsApp o bien, dejar tus pensamientos abajo en los comentarios. Te leo atento.
Porque controlar también es callar… y compartir también es soltar.
Texto de autoría propia. Todos los derechos reservados ® Mike Aryan
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