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Los duelos de los cuarentas: cuando la vida empieza a pedirte otro ritmo

Últimamente me ha pasado seguido: en las sesiones, en los mensajes, en mis propios amigos de la prepa o del trabajo: personas de cuarenta, cuarenta y cinco o cincuenta años que llegan con la misma sensación: “No estoy mal, pero algo cambió y no sé qué es.”


Hombre adulto de unos 40 años, mirando por la ventana con gesto sereno y reflexivo, luz cálida de atardecer entrando en la habitación.
La vida no se detiene: simplemente cambia de ritmo.

Hay días en que me sorprendo extrañando a quien fui, sintiendo nostalgia por la energía que tenía antes, o simplemente notando que hay cosas que ya no me motivan igual. Y no lo digo desde la crisis, sino desde esa honestidad que llega cuando el corazón empieza a pedirte otra forma de estar en el mundo.


Los cuarentas no son un derrumbe. Son una etapa de revisión, como un cambio de piel. Un tiempo en que la vida te invita a mirar lo que sigues cargando, lo que ya no vibra... y lo que todavía puede y merece florecer.


Lo que fuiste

Todos cargamos con una versión pasada de nosotros. Esa persona que tenía más impulso, más energía, o más ilusiones, y aunque uno agradece haber cambiado, hay días en que esa parte se extraña.

Y no se trata de nostalgia vacía, sino del reconocimiento de que esas versiones tuyas ya cumplieron su propósito. Y despedirlas con cariño es una forma de agradecerles lo que te sostuvieron en ese momento.

Te propongo un pequeño gesto terapéutico: frente al espejo, mírate un momento y saluda a la persona que fuiste. Dile “gracias, con amor te dejo ir”. Y reconoce a la que eres hoy, aunque aún no la conozcas del todo.


Manos adultas tocando el propio pecho, gesto de autoescucha y aceptación.
Aceptar el cuerpo de hoy es reconciliarte con su sabiduría.

El cuerpo que también cambia

Un día notas que el cuerpo responde distinto, cuando la energía no rinde igual, cuando el sueño cambia o la piel se comporta diferente. Aunque parece algo menor, no lo es. El cuerpo también hace su propio duelo.

Para muchas mujeres, este cambio llega con la menopausia o con la presión social de seguir viéndose igual que antes. En los hombres, aparece a veces como fatiga, desánimo en la productividad o la sensación de perder fuerza. En ambos, lo que se mueve es la identidad: ya no somos solo lo que hacíamos o cómo lucíamos, sino lo que ahora sabemos sostener.


Aceptar el cuerpo de hoy no es resignarse: es reconciliarte con su sabiduría cíclica, y eso incluye escucharlo sin exigirle ser el de antes.


Te propongo otro ejercicio: coloca una mano sobre tu pecho y otra sobre el abdomen. Respira tres veces y repite: “Este cuerpo sigue siendo mi casa.”



¿Seguimos siendo amigos?

Con el tiempo, la vida se encarga de reorganizar la agenda emocional. Amigos con los que compartías de todo y hoy apenas se cruzan... colegas, hermanos y personas que marcaron etapas importantes y desaparecieron sin conflicto o sin drama.

Por eso duele: es la falta de cierre. A eso se le llama duelos invisibles, los que nadie valida porque “no pasó nada grave” y por tanto, suele ser desautorizado. Pero en silencio, uno aprende que el afecto también tiene ciclos, y que soltar sin resentimiento es otra forma de amor.


Te comparto una pequeña práctica para esto: escribe una carta a alguien que fue importante, aunque ya no esté presente en este momento de tu vida. No la vas a enviar, es para liberar lo que quedó sin decir.


Dos tazas de café vacías en una mesa de madera iluminada por luz natural, sensación de despedida tranquila.
Algunas personas no se van; solo dejan espacio.

Los padres que envejecen... y los hijos que crecen

Y de pronto ves a tus papás más lentos, distraídos o con achaques nuevos. Y ahí el alma se apachurra, no solo por ellos, sino porque su etapa vital te recuerda que el tiempo también pasa por ti.

Cuidarlos, acompañarlos, entender sus silencios —o sus relatos repetidos—… todo eso te coloca frente a una verdad profunda: la vida es un círculo. Y aunque asuste, también enseña con sabiduría. Cuidar a quien te cuidó es una forma de honrar la vida que te fue dada, y al hacerlo, también vas aprendiendo a cuidar de ti.


Un día los hijos —o las personas que criaste, acompañaste o amaste— ya no te necesitan como antes. Por ejemplo: empiezan a decidir, a explorar sus vínculos, a vivir a su manera. Y te llenas de orgullo, pero también de un silencio nuevo.


El otro día me pasó con mi hermano menor. Poco después de que cumplió sus 18, me marcó para platicar de un "mal de amores" que atravesaba mientras iba de camino a una fiesta con sus amigos. En cuanto llegó a la fiesta, simplemente me dijo "¡bueno ya llegué manito, adióooos!" y yo me quedé con medio consejo en la boca. Claro, sabía que no era por ser cortante conmigo, era porque es adolescente. Pero no pude evitar sentir un huequito en mi corazón.


A veces la vida, en su sabiduría, te regala tiempo para redescubrirte: reencontrarte con los gustos que habías dejado, con los sueños que pospusiste o con la calma de hacer cosas solo porque te hacen bien.

Así que aprender a sostenerte es madurar emocionalmente. Actualizar nuestro rol es la oportunidad de redefinirte.


Tres generaciones de una misma familia caminando por un parque.
Cuidar a quien te cuidó, y aprender a soltar a quien crece.

Ideas, creencias y paradigmas

A esta edad también se tambalean las certezas de la vida. Llega un momento en que todo se revisa: tu fe, tus valores, tus decisiones, incluso lo que entendías como éxito. Y todo esto nos remueve hacia la búsqueda de un nuevo sentido; eso ya es evolución. Quizás ya no necesitas verdades absolutas, sino coherencia interna.

Te comparto otro gesto: escribe tres creencias que ya no resuenan contigo. Pueden ser filosóficas, políticas, sociales, vinculares o religiosas. Y en cuanto las tengas, agradécelas por lo que te dieron y luego escribe tres nuevas formas de vivir con más autenticidad.



Nostalgia Pop Tour

Todo cambia: las modas, los lenguajes, las tecnologías. Y a veces el mundo parece moverse más rápido de lo que podemos seguirle el paso. Ahí es cuando aparece la nostalgia, ese anhelo de cuando sabías cómo encajar. Por eso el mercado de la nostalgia es tan fuerte —y millonario—: vende la sensación de pertenecer a algo conocido, pero quedarse atrapado ahí es como vivir mirando por el espejo retrovisor.

La pertenencia real no está en lo que fuiste, sino en lo que eliges seguir cuidando hoy.



Los ciclos del alma y el movimiento del cielo

Hay una sabiduría que atraviesa distintas tradiciones y la analizaremos brevemente desde dos enfoques.


Rudolf Steiner —filósofo y educador de la psicología del desarrollo— hablaba de que cada siete años atravesamos etapas que cambian nuestra forma de ser, pensar y amar. Entre los 35 y los 49, el alma entra en un periodo de revisión: limpia lo que ya no sirve y redefine lo esencial.


La astrología —sí, en su rama evolutiva— lo observa desde otro lenguaje. A los 40 llega el retorno de Urano, el planeta de los cambios inevitables, de las verdades que despiertan. A los 44, Saturno vuelve a poner a prueba lo que realmente te da estructura. Y a los 48, el ciclo de Quirón —el sanador herido— abre heridas antiguas para que puedan sanar con conciencia.


Cielo nocturno con constelaciones sutiles y una figura humana mirando hacia arriba, en contemplación.
El cielo solo refleja lo que el alma ya sabe: que estás evolucionando.

Te dejo una pequeña lista como eje referencial. Tómalo como un mapa simbólico, no como un diagnóstico:


  • 0 a 7 años: la etapa del cuerpo y la confianza básica. Todo se aprende a través de los sentidos, el vínculo y el juego. Es el tiempo de absorber el mundo.

  • 7 a 14 años: la etapa del alma emocional. Aparece la imitación, la necesidad de pertenecer y de ser guiado. Se forma la sensibilidad moral y estética.

  • 14 a 21 años: la etapa de la identidad. El alma busca su lugar, prueba límites, se separa del molde familiar y empieza a crear su propio criterio.

  • 21 a 28 años: la etapa del hacer. Se construyen los primeros proyectos, relaciones estables y responsabilidades. La vida se expande hacia afuera.

  • 28 a 35 años: la etapa del cuestionamiento. Comienzan los balances internos, las primeras crisis de propósito y el deseo de algo más auténtico.

  • 35 a 42 años: la etapa del despertar interior. El alma revisa lo vivido, confronta lo pendiente y empieza a pedir coherencia entre lo que siente y lo que hace.

  • 42 a 49 años: la etapa del reacomodo profundo. Se depura lo que no vibra, se redefine el sentido y se integra la experiencia en una nueva madurez.

  • 49 a 56 años: la etapa de la integración. La vida pide sabiduría práctica: cuidar lo esencial, acompañar a otros y vivir con verdad.

  • 56 a 63 años: la etapa del legado. Surge la necesidad de compartir lo aprendido, de enseñar, de dejar huella sin imponer.

  • 63 años en adelante: la etapa del espíritu. La conciencia se vuelve más amplia; se aprende a soltar el control y a vivir con gratitud lo que queda.


No es casualidad que a esta edad todo se sacuda: vínculos, cuerpo y propósito. El cielo solo refleja lo que el alma ya sabe: que estás evolucionando.



Lo que realmente está pasando

Entonces, no es propiamente una crisis: es tu sistema de conciencia actualizándose. Y tú eliges cómo vivirlo: en resistencia y con miedo, o con curiosidad y asombro.


Piensa que aquellas pérdidas silenciadas son en realidad una manera de hacer espacio. Te comparto un último ejercicio: hoy haz una pausa. Respira. Piensa qué parte de tu vida estás dejando ir, y cuál está intentando nacer. Trata de ponerle nombre, pues eso ayuda a transitarlo con dignidad.


Si te resonó este tema, te invito a seguir explorándolo desde la práctica.


En este video hablo sobre cómo acompañar los cierres de ciclo, integrando cuerpo, emoción y símbolo desde el Tarot terapéutico. Una experiencia donde se encuentran la conciencia y la mirada humanista que guía mi trabajo.

Y si quieres mirar tus propios procesos con mayor profundidad, puedo acompañarte en sesión. Encuentra toda la información en www.mikearyan.com/sesiones


Te mando un abrazo.

Y por favor, no olvides comentar si te ha gustado el artículo y rankearlo con tus 5 estrellitas.


Texto de autoría propia. Todos los derechos reservados ® Mike Aryan

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