“La Sustancia” a la luz de los Arcanos del Tarot
- Mike Aryan

- 12 oct
- 4 Min. de lectura
Desde el reestreno de La Sustancia, simplemente no he podido soltarla. Tal vez la ví unas seis o siete veces cuando se lanzó, y ahora que HBO la liberó en su plataforma de streaming, decidí volverla a ver. Lo increíble es que este filme siempre me causa lo mismo: algo en mí se descompone, se incomoda brutalmente y como paradoja, también se reacomoda.
¡Spoiler alert! Si no la has visto, corre a hacerlo, pues estaré arrojando escenas de la película.

A manera de resumen breve: Elisabeth Sparkle, una actriz veterana dentro de una industria que venera la juventud, se somete a una misteriosa sustancia que promete devolverle su esplendor: "una mejor versión" de sí misma. Pero el experimento no la rejuvenece: la desdobla. De su propia espalda nace Sue, una versión joven y exuberante de ella misma que solo puede existir mientras Elisabeth yace dormida. Dos cuerpos, una conciencia, siete días, un balance que debe ser respetado.
Elisabeth y Sue son dos mitades escindidas de una misma persona... ¿y por qué no decirlo? De una misma alma herida por los cánones de belleza hegemónica. Elisabeth se consume en el abandono del exilio; Sue brilla en la juventud saturada de deseo. Esa disociación de una misma persona en dos cuerpos no es fantasía biológica, sino una alegoría psíquica. Proyecta hacia afuera dos aspectos de una misma psique: dos fragmentos igualmente heridos, pero ambas de una misma alma. Lo interesante es que cada espectador —o tarotista, o ser humano— llevamos dentro una Elisabeth y una Sue simbólicas: una parte que obedece a la norma y otra que clama por autenticidad.
Este filme de la directora Coralie Fargeat no busca entretener: busca confrontar. Y en ese sentido, le encuentro un gran parecido al Tarot, pues ambos nos enfrentan con la imagen que más tememos: la de nosotros mismos.

El desdoblamiento de Elisabeth y Sue: los arcanos que encontré
La película incomoda porque nos devuelve a ese espejo donde todos nos fragmentamos: el cuerpo que ya no cumple, la mirada que ya no aprueba. Es duro reconocer que ante el brillo de la más pura autenticidad, siempre se asoma una sombra que te dice cómo vestir, cómo lucir, cómo mantenerte joven y deseable. Lamentablemente, una normatividad enferma que castiga la autoestima de muchas mujeres y hombres. Y en ese reflejo, vi aparecer al Diablo del Tarot: la esclavitud del ideal, el deseo de control y la adicción a la imagen.
También asocié al mundo de La Sustancia gobernado por figuras arquetípicas masculinas: el Emperador como los hombres de poder y al Sumo Sacerdote como el comunicador vigilante que determina qué cuerpo vale, qué edad se premia, qué voz se silencia. Ambas figuras de un patriarcado que convierte a la juventud en un dogma estético.
Reconocí a la Emperatriz —símbolo de fertilidad y creación— convertida en víctima de su propio mito. En la película, no es la madre que engendra vida, sino la imagen que debe mantenerse joven y bella a cualquier costo. Y cuando intenta renacer, el sistema la castiga.

Sue es el other self de la fantasía, la sombra erotizada, la máscara que encarna lo que Elisabeth ya no puede sostener. Y ésta última es la matrix con el autoestima destruida, expulsada del templo del deseo.
Muchos pensaron que el combate final era entre dos mujeres distintas, pero en realidad son dos fragmentos de una misma conciencia. Y ahí está la Torre: el derrumbe del falso yo. También está la Muerte: la renuncia a la forma vieja. Y también, se hace presente el Cinco de Oros o el Ocho de Espadas: un exilio emocional de quien busca ser amada solo si es perfecta.
En ese combate, la película alcanza su clímax simbólico: la escisión del yo. La psiquis de Elisabeth está fracturada, como lo está nuestra cultura, y ahí es donde inevitablemente lo asocié a dos arcanos mayores: la Luna y la Suma Sacerdotisa. Ambas como fuerzas que velan lo que no puede verse directamente, guardianas de secretos y de los miedos más profundos de una misma.
El verdadero terror: mirarnos sin maquillaje
El final —tan rechazado por quienes no quisieron verlo— es el más espiritual de todos. Cuando el teatro entero rechaza a Elisasue, y el monstruo grita:“¡soy yo, soy Elisabeth, soy Sue!", lo que ocurre no es horror, sino revelación. El alma se reconoce en su forma más imperfecta y, por eso, es más verdadera.
Ahí es donde brilla La Estrella: la carta de la desnudez emocional, del cuerpo reconciliado, de la belleza interna que no es perfecta. Sin duda, no es un final feliz, pero sí un final coherente con la necesidad oculta de muchos: autoestima, validación y pertenencia.

El arte como oráculo del alma
Coralie Fargeat no filmó una película de terror, sino una constelación simbólica del cuerpo mutilado y de la negación y manipulación mediática hacia la mujer. Su decisión de rodar casi sin efectos digitales, de volver al trabajo artesanal, convierte a La Sustancia en un acto alquímico: transformar carne en símbolo y el horror en conciencia.
Algunos filman cuerpos, otros leemos cartas. Pero ambos, artistas y tarotistas, buscamos lo mismo: devolverle alma a la forma a través de metáforas significativas.
Y quizá ahí es donde radique el mensaje más profundo: aprender a mirar nuestros propios desdoblamientos sin miedo. Integrar la sombra no es destruirla, es devolverle su dignidad, porque todo lo que negamos se vuelve monstruo… y todo lo que abrazamos, vuelve a ser humano.
¡Muchas gracias por leerme!
Sé que esto no es el común denominador de los textos de mi blog, pero me pareció importante analizarlo ante el espejo de los Arcanos y ofrecer, quizás, una mirada simbólica de un filme incómodo, pero necesario.
Si esta reflexión te resonó, me encantará leerte en los comentarios. Y si quieres seguir explorando el lenguaje simbólico entre el arte, el alma y el Tarot, te invito a compartir este artículo o agendar una sesión conmigo en www.mikearyan.com
Texto de autoría propia. Todos los derechos reservados ® Mike Aryan








No habia caído en cuenta, pero es totalmente cierto. Por un lado el diablo detrás de ambos personajes, susurrándoles al oido. En el caso de la estrella, Elisasue solo queriendo ser aceptada por ser ella misma, más aterrizada, y queriendo ser un balance entre ambas personalizades. Gracias por esta perspectiva y correlación. 😀