¡El Diablito!: entre la picardía, el albur y la sombra del mexicano.
- Mike Aryan

- 2 ago
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Actualizado: 8 ago
Hay símbolos que nos acompañan desde niños, sin saber que cargan siglos de historia encima. Uno de ellos, quizás el más travieso, es el diablito.
Sí, ese de la lotería, el que asoma en los albures, el que se cuela en nuestras canciones, en los refranes, en los chistes colorados. El que, aunque lo neguemos, vive cómodo en la esquina del alma mexicana (y en la cueva de los Nacimientos de diciembre).
También es el Arcano XV, el del Tarot.
Muchos le temen, pero al mirarlo con ojos sinceros, no habla de castigos eternos sino de cadenas invisibles. Las mismas que arrastramos con sonrisas nerviosas, como si no dolieran.
En este artículo quiero invitarte a mirar de frente a ese “diablito” que nos habita cultural y simbólicamente. No para exorcizarlo, sino para entender por qué nos fascina, nos asusta y nos representa.

El diablito y la risa: lo que no se dice, se alburea
Lo que no se puede nombrar, se dice con doble sentido. Por eso el mexicano ha hecho del albur un arte. Una forma de inteligencia popular, de defensa, de insinuación y de escape.
Ahí está el diablito: el que dice lo que no se puede decir, el que se ríe cuando hay que llorar. El que le mete picante a la vida para que duela menos.
En el fondo, el albur no es solo una grosería disfrazada, ni una invitación sexualizada: es una forma de supervivencia simbólica. Una manera de hablar del cuerpo, del deseo, del poder, sin romper del todo las reglas. Es un guiño entre lo que se reprime y lo que se goza.
Y eso… también es parte de nuestra sombra.
El Diablo en el Tarot: ¿enemigo o maestro?
Cuando aparece la carta del Diablo en una tirada, muchos consultantes se tensan. Les da miedo o inmediatamente piensan en brujería.
—¡Ay no, me salió el diablo!

Pero lo cierto es que el Diablo no viene a asustarte. Viene a mostrarte dónde estás atrapado.
El Arcano XV nos habla de las cadenas que llevamos sin saber, de nuestras codependencias, de los deseos negados y de lo que —al no ser mirado— termina dominando desde la sombra.
El Diablo del Tarot no es el demonio religioso. Nada que ver, bb. Es el espejo incómodo que revela lo que preferimos evitar.
Pero también representa una fuerza que, cuando se reconoce, puede volverse aliada: el Diablo encarna la pasión cuando no se culpa, la chispa creativa cuando no se reprime, la autonomía cuando no se teme.
Y aquí es donde el símbolo cultural y el arquetipo se dan la mano: el diablito de la lotería y el Diablo del Tarot nos hablan en un mismo idioma.
México y sus pasiones: entre el goce y la penitencia
No podemos hablar del diablito sin hablar de nuestra historia espiritual.
Nuestros antepasados fueron un pueblo que conocía el placer sagrado y los rituales del cuerpo como puente con lo divino.
Pero luego vino la culpa.
La conquista no solo trajo espadas, también trajo la vergüenza del cuerpo, el pecado original y el castigo eterno.
Desde entonces, los mexicanos cargamos con una ambivalencia profunda: queremos disfrutar, pero nos sentimos mal por hacerlo.
Desear con censura. Amar con castigo. Gozar con culpa.

Y de ahí nace el diablito: como símbolo travieso que resiste y tienta. Que no se deja domar. Que sigue bailando entre lo sagrado y el chiste pelado.
Y lo vemos escondido en las canciones de Paquita la del Barrio y Juan Gabriel, en los albures del mercado, en los memes que compartimos por WhatsApp.
El diablito no ha muerto. Solo se ha puesto un sombrero y ha aprendido a reírse.
El Diablo en luz: vitalidad, placer, creatividad
No todo lo que quema destruye. Hay un fuego que también calienta, que ilumina, que crea desde las entrañas.
Ese es el lado más luminoso del Diablo: el que nos invita a recuperar el deseo como brújula interior.
El Diablo sugiere honrar lo que nos prende, lo que nos mueve, lo que enciende nuestra expresión más auténtica.
Sanar no es volverse perfecto. Es aprender a convivir con nuestros diablitos internos sin esconderlos ni permitir que nos dominen.
Sanar es darse cuenta cuándo el deseo es cadena… y cuándo es puerta.

Este texto nació como una provocación amigable, pero también como una especie de antojito emocional.
En estos días que he andado de viaje, todo me sabe a mantequilla industrializada.
Y aunque ciertamente disfruto el orden y la calma de otro país, mi lengua extraña el picante de mi tierra. Esa sazón tan mexicana que no solo se siente en la boca, sino en el corazón.
Tal vez por eso me dio por escribir sobre el diablito: porque me recuerda que no venimos de lo suave, sino de lo intenso.
¿Y tú? ¿A qué diablito le estás temiendo?
¿Y si en vez de apagarlo, aprendiéramos a escucharlo?
¡Gracias por leer hasta aquí!
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Texto de autoría propia. Todos los derechos reservados ® Mike Aryan.








Ayer, en una práctica con mi consultante, salió la carta del Diablo y su reacción fue inmediata:
“¡Ay no, me salió el Diablo!” con cara de susto y preocupación.
Y gracias a todo lo que nos has enseñado, pude responder con calma y seguridad:
“Tranquila, no es algo malo. Es solo información. Vamos a ver qué quiere mostrarnos…”
Gracias, Mike, por todo lo que nos compartes y por enseñarnos a mirar el tarot desde otro lugar. 🙏
Me pareció interesante, empecé a leer desde la incomodidad y luego desde la libertad para reconocer y aceptar lo que me muestra mi diablito.
Excelente reflexión Gracias Mike por compartir 😘