Gaslighting: cuando la empatía se convierte en excusa
- Mike Aryan

- 27 oct
- 7 Min. de lectura
Hace unos días, un conocido me escribió un mensaje:
"Mejor nos vemos otro día, acabo de ver tus publicaciones y creo que no estás pasando por un buen momento. Además pude sentir tu energía y no estás bien."
Un mensaje que inicialmente podría parecer empático, pero de fondo no lo es. Este supuesto "amigo" había hecho algo hiriente, y en lugar de asumirlo, desplazó el foco de atención hacia mí. La conversación dejó de hablar del hecho en sí, sino de mi supuesto "estado emocional".
Y ahí me detuve para cuestionar: ese pequeño giro del discurso donde el otro te hace dudar de ti mismo, invalidándote emocionalmente y sabiendo que no estás loco. Eso tiene nombre. En psicología, se le llama gaslighting.
¿Qué es el gaslighting?
El término nace de una obra de teatro de 1938 llamada Gas Light, llevada luego al cine en 1944. En ella, un hombre manipulaba a su esposa bajando poco a poco la intensidad de las lámparas de aceite en su casa y negando haberlo hecho. Con el tiempo, ella empieza a creer que está perdiendo la razón.
Desde entonces, se usa la palabra gaslighting para describir un tipo de abuso emocional donde una persona altera sistemáticamente la percepción de otra, haciéndola dudar de su realidad, de sus recuerdos o de su equilibrio mental.
En los años setenta el término comenzó a estudiarse clínicamente, y autores como Robin Stern (The Gaslight Effect, 2007) le dieron estructura: el gaslighter siembra duda, reinterpreta los hechos y genera dependencia emocional. Podríamos decir que el gaslighting es la versión íntima del control: una invasión mental que se disfraza de cuidado.

El ciclo del control: así funciona el gaslighting
Podemos imaginarlo como una secuencia que se repite, casi como un algoritmo emocional:
DETECTA VULNERABILIDAD
El gaslighter percibe una necesidad o fragilidad en el otro, por ejemplo:
“Veo que depende de mí económicamente.”
“Veo que necesita aprobación espiritual.”
“Veo que quiere afecto.”
No necesariamente lo planea con malicia, pero reconoce el punto donde el otro se abre con vulnerabilidad.
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SIEMBRA DUDA
Planta una frase que genera inseguridad:
“¿No crees que estás exagerando?”
“Yo te percibo distinto, estás raro últimamente.”
La persona empieza a mirar hacia adentro con sospecha, no con autoconciencia, sino con culpa.
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OFRECE SU VERSIÓN DE LOS HECHOS
El gaslighter reorganiza los hechos a su conveniencia, ofreciendo su interpretación como la única o más racional.
“Lo que pasó no fue así.”
“No lo entiendes porque eres demasiado intenso.”
“Es que andas hormonal.”
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INVALIDA LA EMOCIÓN DEL OTRO
Desestima lo que la otra persona siente:
“No te victimices.”
“Tú siempre dramatizas.”
“Ya vas a empezar como siempre.”
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GENERA DEPENDENCIA
El otro empieza a buscar su aprobación para validar lo que siente. Y ahí el círculo se completa: la confusión se convierte en control. Este patrón puede manifestarse en vínculos de pareja, familiares, laborales o espirituales.
No depende del tipo de relación, sino del desequilibrio de poder.

Las muchas máscaras del gaslighting
He visto estas dinámicas en sesiones, en comunidades, en redes y en mí mismo cuando todavía confundía empatía terapéutica con rescate espiritual. Es importante aclarar algo: el gaslighting no siempre viene de la maldad; muchas veces nace del miedo a la emoción del otro, de no saber sostener vínculos profundos (de esto tengo un artículo aquí) o de no saber cómo acompañar la sombra sin negarla.
El gaslighting adopta tantos rostros como contextos humanos. A veces, se disfraza de amor, de fe, de responsabilidad o de ayuda.
Te presento algunas máscaras:
Gaslighting psicológico. Niega la realidad o la reinterpreta para tener la última palabra: “Eso no fue así, lo imaginaste.”
Gaslighting emocional. Minimiza o ridiculiza sentimientos: “Eres demasiado sensible.”“No llores, eso es inmaduro.”
Gaslighting económico. Controla decisiones y recursos con el pretexto de proteger: “No trabajes, yo me encargo, así estás más tranquila.”“No gastes sin consultarme, yo sé administrar mejor.”
Gaslighting moral/espiritual. Apela a la culpa o a la obediencia espiritual para imponer sumisión. “Dios te va a castigar si no perdonas.”“Si sufres, es tu karma.” Este tipo de gaslighting es de los más insidiosos, porque sustituye la conciencia por miedo. Se ampara en la promesa de redención o vida eterna, invalidando la experiencia humana en nombre del “cielo”. En otro artículo ya hablé de cómo el ego espiritual puede camuflarse de guía.
Gaslighting íntimo o erótico. Ocurre dentro de relaciones donde el deseo o el cuerpo se usan como territorio de dominio.“No te depiles, me gusta sentirte natural.”“Si no me deseas, es porque tienes bloqueos emocionales.” Aquí el poder no se ejerce con gritos, sino con sutileza: se manipula la soberanía sobre el placer, el cuerpo o la libertad del otro.
Recuerdo que durante mis años de formación como angeloterapeuta, escuché muchas veces una frase: "si dejas de sanar, los ángeles dejan de invertir en ti. Lo vas a notar cuando te cancelen tus terapias". Imagínate qué indigno —por no decir mierda— me sentía cuando de repente me cancelaban o reprogramaban una sesión.
Ese tipo de ideas, aunque parezcan motivadoras, en realidad siembran semillas de culpa: te convencen de que toda experiencia dolorosa es tu responsabilidad, porque tú la atraes inconscientemente. Eso me decía esta maestra de "ángeles". Atentó contra mi autoestima haciéndome creer de que mi valor dependía de estar en constante proceso de sanación.
Pasó algo de tiempo cuando entendí que eso también era gaslighting: una forma de control que disfraza la amenaza de lección, y que hace que confundamos la humildad con sometimiento. Tuve que desintoxicarme simbólicamente de muchos de esos discursos. Por eso, cuando hablo de gaslighting, no lo hago desde la teoría, lo hablo desde ese lugar donde tuve que aprender a distinguir entre un llamado del alma y un chantaje disfrazado de luz. ¡Plop!

¿Por qué sucede? La psicología del control.
El gaslighting es un mecanismo de control, pues el que lo ejerce no soporta la incomodidad de verse a sí mismo o de reconocer sus errores; así que reacomoda la narrativa para no sentirse responsable.
Detrás del gaslighter hay miedo a perder poder; y detrás de quien lo recibe, hay sensibilidad. Y esa sensibilidad —cuando se abraza humanamente, sin culpa— se convierte en discernimiento.
Así se siente (y reconoce) el gaslighting desde dentro
El gaslighting no solo confunde: erosiona la confianza en uno mismo. Quien lo padece vive en una duda constante, reinterpretando todo o buscando señales de aprobación.
Mi primera recomendación es darte el permiso de sentir. El cuerpo —que no sabe mentir— empieza a hablar con síntomas: ansiedad, tensión, burnout, cansancio, tristeza inexplicable.
Algunas claves breves para que puedas reconocerlo más fácilmente:
Te deja confundido o culpable después de hablar.
Te hace explicar tus emociones una y otra vez.
Usa tu propio lenguaje para cuestionar tu estabilidad.
Sientes en el cuerpo una mezcla de vergüenza y cansancio.

Cómo responder y salir del ciclo de gaslighting
Detección. Pon atención a las frases que te hacen sentir que debes justificarte todo el tiempo.
Validación. Habla con alguien de confianza. Escuchar tu historia desde otra voz te ayuda a recuperar perspectiva.
Escritura. Anota lo que pasó, palabra por palabra. Escribir ancla la realidad.
Límites. No discutas tu verdad con quien la niega. La claridad no se negocia.
Retirada digna. Alejarse no siempre es ruptura: a veces es la única forma de conservar la cordura.

Una propuesta de arquetipos del gaslighting
El Tarot no solo muestra la conciencia: también evidencia sus trampas. Cada carta —en su sombra—puede revelar un modo distinto de manipular o de liberarse. Esta es mi propuesta:
El Mago (I): el encantador que persuade con palabras, utiliza el verbo para hipnotizar.
El Diablo (XV): la seducción que ata, el vínculo que confunde placer con poder.
El Rey de Copas: el manipulador empático, quien "entiende" para dominar.
El Rey de Espadas: el racionalizador frío que convence desde la lógica.
El Colgado (XII): la víctima que empieza a dudar de su propia percepción.
El Juicio (XX): la voz del "guía" que suplanta la voz interior.
Cada uno nos muestra una cara del mismo patrón: el uso del discurso —emocional, espiritual, sensorial o racional— para dominar la verdad del otro.
Te lo repito de nuevo: ¡el cuerpo no miente!
El gaslighting no destruye de un golpe: apaga la voz interior a fuego lento. Pero basta una chispa de conciencia para volver a encenderla.
Y si alguien utiliza la luz para hacerte dudar de tu claridad, recuerda: la conciencia verdadera no invalida, acompaña. A veces la forma más coherente de amar es retirarte sin rencor, sin reclamo, pero con memoria.
Si este tema te resonó, cuéntame en los comentarios si alguna vez sentiste que invalidaban tu sentir "por tu bien". Comparte este artículo si crees que puede ayudar a alguien a reconocer lo que vive.
Si después de leer esto sientes que necesitas reconectar con tu brújula interior y sanar las secuelas de este tipo de dinámicas, estaré honrado de acompañarte en una sesión. Te espero con mucho gusto como siempre.
Texto de autoría propia. Todos los derechos reservados ® Mike Aryan








Increíble el que simplemente se haga esta manipulación inconscientemente , solo por no saber ver la herida del otro y darle amorcillo en esa parte de su ser. Me encantó!
Retirarse de una manera digna, es el mayor acto de amor propio, nadie tiene el derecho de hacernos dudar de nosotros mismos, escucharnos y habitar nuestro sentir es lo que nos dará la claridad para saber cuando estamos siendo manipulados.